LA FALCATA, EL GLADIO HISPANO Y EL PUGIO

19.09.2023

Los artesanos y herreros de Iberia en lo que hoy es el sur de España y el suroeste de Francia produjeron varias dagas y espadas de hierro de gran calidad desde el siglo V al III a. C., con ornamentación y patrones influenciados por la cultura griega, púnica (cartaginesa) y fenicia.​ La excepcional pureza del hierro de los Ibéricos y el sofisticado método de forja, que incluía el martilleo en frío, produjo armas de doble filo de excelente calidad.​ Se pueden encontrar diseños tecnológicamente avanzados como cuchillos plegables oxidados entre los artefactos de muchos entierros de cremación de la Segunda Edad del Hierro ibérica o en excavaciones del Imperio Romano por toda España y el Mediterráneo. Los infantes ibéricos llevaban varios tipos de puñales de hierro, la mayoría de ellos basados en versiones acortadas de espadas de doble filo, pero el verdadero puñal ibérico tenía una hoja de forma triangular. Las dagas y espadas ibéricas fueron adoptadas más tarde por Aníbal y sus ejércitos cartagineses.​ Los Lusitanii, un pueblo pre-céltico que dominaba las tierras al oeste de Iberia (la mayor parte del actual Portugal y Extremadura) resistieron con éxito al Imperio Romano durante muchos años con una variedad de tácticas innovadoras y armas ligeras, incluyendo lanzas de hoja de hierro cortas y dagas modeladas según patrones ibéricos.

La calidad del hierro que servía para la construcción de las armas hispánicas fue alabada por los cronistas romanos, que quedaron sorprendidos por su capacidad de corte y su flexibilidad, una de las características más estimadas y buscadas en su manufactura. El hierro se sometía a un tratamiento de oxidación (enterrando las planchas bajo el suelo entre dos y tres años), eliminando así las partes más débiles de este, y la hoja se realizaba forjando tres láminas y uniéndolas en caliente, de las cuales la central presentaba una prolongación para la empuñadura.

Como nota curiosa que refleja la efectividad de estas armas queda el hecho de que, tras las primeras batallas en la península ibérica, se dio la orden a las tropas romanas de reforzar con hierro los bordes de sus escudos, posiblemente para contrarrestar la potencia de corte de las falcatas, muy superior al de las espadas rectas y los sables.

La falcata es una espada de filo curvado originaria de la Iberia prerromana. Su uso está históricamente asociado con las poblaciones del sureste de la península ibérica durante la conquista de Hispania, donde constituye una de las armas blancas nativas más emblemáticas de la Antigüedad.

El gladius hispaniensis o gladius hispanus se utilizó entre el 216 a. C. y el 20 a. C.  Fue el gladius el que sirvió de paradigma para los primeros gladius romanos.

El pugio era una daga utilizada por los soldados romanos como arma de mano. Parece probable que el pugio estuviera destinado a ser un arma auxiliar, pero su propósito exacto para el soldado sigue siendo desconocido. Los funcionarios del imperio comenzaron a usar dagas ornamentadas en el desempeño de sus funciones, y algunos usaban dagas ocultas para defenderse en caso de contingencia. La daga era un arma común de asesinato y suicidio; por ejemplo, los conspiradores que apuñalaron a Julio César usaron pugiones. El pugio se desarrolló a partir de las dagas utilizadas por los cántabros de la península ibérica.

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